It’s Fandom and it’s the same, but it’s girly.
Ser fan nunca ha tenido muy buena fama. Si lo piensas, ser fanático puede sonar demasiado freak: cuando te gusta mucho algo eres un poco raro, ¿no? De hecho ese término también se ha usado mucho para desprestigiar a las adolescentes, aquellas fans locas de los Beatles y luego a las directioners, a las jonatics o la army de BTS… Tus playlists como teenager estaban plagadas de boybands, y ahora tu wrapped se Spotify se debate entre Chappel y Charlie. Pero del auge de las Pop Girls y de su ejército de fanáticas hablaremos después.
The Cut cita “I wish I liked anything as much as these people like Taylor Swift”, bueno, plot twist, I’m one of them. Al final ser fan es compartir un fenómemo cultural en un mundo que gira entorno a los cores y a las microtendencias. Abrazar el fandom es celebrar esa parte de ti que no tiene miedo de amar lo que le gusta. Es pertenencer y querer pertenencer. Es estar en ese tema de conversación. Es compartir, conectar y sentirte parte de algo más grande.
The fangirl economy
Aunque la música underground sigue teniendo su espacio, el pop ha vuelto a reclamar un lugar central en la cultura. Pop Stars como Sabrina Carpenter, Addison Rae, Chappell Roan, Billie Eilish, Charli XCX, Dua Lipa y Troye Sivan están liderando el movimiento. Pero también Olivia Rodrigo, Gracie Abrams y Clairo. Gays and girls are taking it all. Dominan las listas de éxitos y generan contenido viral que fortalece la conexión con sus fans y con las marcas con las que colaboran: ¿O no te descubriste bailando el trend de Apple este verano?
Hace unos años, se hablaba mucho de Internet como de una “economía de la atención”, donde todo giraba en torno a convertir vistas y clics en dinero. Pero el verano pasado, el fandom stole the show y dejó algo clarísimo: la nueva economía es The Fangirl Economy.
La diferencia es grande: mientras la economía de la atención busca captar interés de forma temporal, la economía de las fangirls se basa en la pasión constante de un grupo más pequeño, pero increíblemente comprometido. ¿Por qué es más poderosa? Porque un grupo de fans leales vale mucho más que millones de seguidores que solo están allí por seguir el trend.
Un buen ejemplo de esta dinámica es el Rainassance Tour de Beyoncé o el The Eras Tour de Taylor Swift. Estas giras no solo batieron récords en taquilla, sino que se convirtieron casi en eventos de culto. Desde dresscodes inspirados en los álbumes de Taylor, hasta actividades colectivas como el intercambio de pulseras de la amistad hechas a mano durante el concierto. Ya no estamos hablando de un concierto, estamos hablando de una experiencia cultural y eso es justo lo que defiende este tipo de economía. Porque the fangirl economy destaca por generar impactos económicos masivos, desde la compra de las entradas hasta ingresos derivados del turismo, los vuelos, los hoteles, el ocio en la ciudad…
Y ojo, no es algo exclusivo de la música. Lo vemos en el boom de los fanfictions, en las adaptaciones de libros al cine, en el éxito de los podcasts conversacionales de mujeres y en cómo los fans siguen a sus celebs favoritas más allá de sus carreras artísticas, apoyando sus marcas como Hailey Bieber con Rhode o Selena con Rare Beauty.
La economía de las fangirls no es solo una tendencia, es una fuerza que está redefiniendo cómo consumimos, nos conectamos y creamos cultura en la era digital. Con lentejuelas, lazos de colores y un nail art chulísimo, pero con el mismo poder de influir en estrategias de marketing y en creación de productos, como cualquier otro movimiento. Porque que sea girly ya no significa que sea niche, las mujeres somos el 50% de la humanidad y estamos reescribiendo las narrativas culturales para que también cuenten nuestra historia.
Un ejemplo perfecto es el Primavera Sound, que convierte el meme de las Supernenas en realidad con su girly headline: Chappell Roan, Charli XCX y Sabrina Carpenter. Este cartel no solo encarna la economía de las fangirls, sino que lo hace bajo un concepto claro y contundente: She is the moment.
El fandom es más girly que nunca, y lo mejor es que estamos orgullosas de ello. Pero, ¿por qué ahora?
Give me back my girlhood, it was mine first. - Taylor Swift
Mi amiga Marina (@marinaplop) me dijo una vez que este Girlhood Renaissance es, en el fondo, una manera de que las mujeres millennial y las early zetas nos reconciliemos con lo que significa “ser una chica”, algo que antes sentíamos que no podíamos reclamar.
Leyendo más sobre el tema me di cuenta que al llegar a la adultez muchas mujeres nos damos cuenta que reconectar con nuestra niña interior - que enterramos profundamente por vergüenza - resulta más difícil de lo que parece. El movimiento girlhood que ha resurgido este año y que inspira la economía de la que hablábamos antes, se basa en la nostalgia y en el deseo de recuperar esa parte de nosotras que siempre estuvo ahí.
Este año, abrazar la feminidad trasciende lo estético: se ha convertido en un acto diario de resistencia contra el status quo. Lo que antes se veía como cursi —como el rosa—, después de Barbie es feminista, cool y lleno de nuevos significados que nos invitan a apropiarnos de este color de una forma empoderadora. Y entonces, surge la gran pregunta: ¿cómo podemos traducir la girlhood perdida y traerla con nosotras a la vida adulta?
“Releasing the idea that feminine things are silly and uncool and boring… as if women could ever be anything other than our dramatic emotions and self-obsessive behaviors to the outside world anyway.” - Sam Rueter.
Después de una época en la que hemos estado refugiadas de más, salimos buscando el poder de las comunidades. Queremos sentir que pertenecemos a algo más grande, formar parte de un concierto masivo, regalarle una pulsera de la amistad a una chica que no conocemos de nada mientras cantamos “we are never ever getting back together”. Porque, en realidad, no es una desconocida: compartimos la misma experiencia de ser una chica, viviendo este momento, reconociéndonos como iguales en este entorno.
Por eso hablamos de Girl Maths o Girl Dinner, del Lazy Girl Job o del Lucky Girl Syndrome. Porque absolutamente todo lo que nos pasa, puede reinterpretarse desde una óptica concreta, con atributos que hacen referencia a la feminidad. Slaaaaay, claro que sí. Viva tu BCE - big coño energy - y eres una Mother, porque eres un referente. Estas expresiones, que trufan las redes, se reflejan también en la estética, en la moda y en la cultura: la tendencia de los minibolsos, el lip combo y el pink blush, los charms con los que peronalizamos nuestros bolsos, los lazos, el being mindful and demure o el estilo Coquette. Ser una Girls’ Girl es un lifestyle y yo estoy aplaudiendo a primera fila por ello.
It’s so confusing sometimes to be a girl…
Abrazar el movimiento nostálgico del girlhood todavía me genera muchas contradicciones. Por un lado, me identifico con el meme de “I’m just a girl” y quiero bailar en un concierto de Sabrina con mis amigas, quedarme en casa viendo Gilmore Girls y que alguien me regale el Rhode Case. Pero, por otro lado, la vergüenza sigue asomando llevando una sudadera, como en Inside Out.
La superficialidad, que es solo una parte del girlhood y no define todo el movimiento, me divierte muchísimo. Desde el cinismo de los vídeos en TikTok que replican comportamientos masculinos, hasta las powerpoint nights y el ensalzamiento irónico de estos estereotipos: hay algo profundamente liberador en reivindicar lo frívolo sin miedo.
He decidido contarme esta historia de otra manera. Prefiero abrazar esa parte de mí que durante años intenté cambiar o esconder y aceptarla con más ternura y menos culpa. Ay, es que esto es muy de niña. Sí, y ¿qué? Me encanta. Aunque el día que me vino la regla me declararon mujer, también soy una niña. Así que voy a hacer lo que mi yo de 10 años hubiera hecho: compartirlo, reírme de ello, expresarme sin miedo.
Me encanta hacer este ejercicio, visualizar la versión más joven de mí y pensar qué hubiera hecho ella. Todas estamos en nuestro propio proceso de healing y lo siguiente a esto, es el Glow up chicas. Ojalá uno parecido al de Miley:
PD. Para escribir antes he tenido que leer mucho. Algunas de mis fuentes son Bustle, con Fan girls run the economy, WSGN con 2010’s Nostalgia y The return of pop, La Despensa y su Happy Pantry, Highsnobiety con Why was girlhood suddenly back in style? el Report de Outsiders Social Signal y las conversaciones que tengo con mis amigas, buenas, guapas y listas. ¡Gracias a todas!